miércoles, 4 de marzo de 2009

"A veces no puedo abrir la ventana, porque cuando quiero acordar tengo un gatito en la cama"




Ha rescatado de la calle, sin ninguna ayuda, a más de 300 perros. Lo hace porque sufre mucho cuando los ve así, tirados y sin ninguna protección ni comida. Jura que jamás la mordió ninguno, porque nunca les demostró miedo. Sacó de apuros a un remisero y nos cuenta cómo su perro preferido la salvó de un hecho de inseguridad.


Emma es una mujer cálida y con una calma envidiable para cualquiera. Hace 30 años que vino al barrio, cuando el tren estaba por dejar de funcionar. Recuerda con mucha alegría el movimiento que generaba. Desde que se jubiló del Hospital de Niños, comenzó a dedicarse a lo que su corazón le dictaba: salvar animales de la calle.
Comenzó "muchos años antes de que esté Menem", en el parque Saavedra, el que está cerrado. Les llevaba comida: leche y sobras. Calcula que son más de 300 los perros que ha sacado de la calle, y que los ha conducido al refugio de 81 y 17 "San Francisco de Asís"
No fue todo color de rosas para Emma. Una perra de las tantas que tenía, mordió a un niño del barrio, producto de reiteradas molestias. El abuelo del pequeño le dijo algunas cosas feas", pero igualmente eso no hizo que Emma cediera en su trabajo de ayuda que había comenzado. "Sí, encima después me enteré que el hombre era penitenciario en Olmos, me quería pegar. Tal es así que me lo cruzaba por calle 12 y el hombre seguía diciéndome cosas feas. Me decía: todavía te dedicas vieja loca, porque al que ayuda lo toman como loco"

¿Cuántos perros calculas Emma que has sacado de la calle?
-Uy, querido no sé…
¿Más de 100?
-Sí seguro, más de 300. Me han dejado en la ventana de mi casa, se me metían adentro. Me dejan los gatos en la ventana-y, literalmente dice Emma- a veces no puedo abrir la ventana, porque cuando quiero acordar tengo un gatito en la cama.

Sacar de apuros
Una vez, por su apego con los canes y su calma y soltura frente a ellos, salvó de un terrible apuro a un remisero y a un amigo. Cuenta "nunca tuve problemas con un perro, nunca me mordió ninguno, porque nunca le demostré miedo. Una vez me acuerdo que me llamaron de la institución porque habían llevado un perro que era bravísimo que lo habían traído del Biológico. Nadie lo podía bajar del auto, y era porque usaban una mala táctica: retarlo y pegarle. Eran tres hombres que no lo podían bajar. Encima lo había llevado un remisero y no se podía ir. Era un perro grande, que todavía está. Entonces me llevé un lacito y comida y le dije: "venga mi negrito" y bajó lo más tranquilo. El cuidador me dijo ‘¿pero cómo hizo?’ y mirá querido, a palos no se puede tratar a los animales"
Emma bucea en el tiempo y recuerda los primeros pasos donde antes estaban los perros. "Antes el refugio estaba en Punta Lara y pertenecía a una señora que después lo donó a una institución. Lo que sucedía ahí era que la crecida del río se llevó a varios. Entonces nos juntamos todos en la sociedad y quedaron ahí".
"Después me dediqué a hacer castraciones, pero no yo, sino que los llevaba a la Facultad donde conocía a los veterinarios más viejos y ellos me recomendaban a los mejores estudiantes para que hagan el trabajo.
Recuerda mucho a un perro que se llamaba "Clavito", que era de un hombre carpintero del barrio que después murió. "El perro solo se las arreglaba para pedir comida a los vecinos y juntar también a los demás perros de la calle. Era como que organizaba. Siempre hacía el mismo camino, tal vez tratando de encontrar alguna vez a su dueño, el carpintero que había fallecido".

Un episodio, un solo salvador

A la hora de hablar de preferidos, Emma señala un lugar donde se nota que se ha removido tierra hace poco. Allí está "El negrito". "Recuerdo que me lo tiraron de chiquito hecho goma". Y cuenta una historia que le quedó grabada y que prueban por qué el perro es el mejor amigo del hombre. "Un día estoy sacando la basura y cuando llego al árbol a dejarla, se me aparece un muchacho con un revólver, esto pasó hace ocho meses, y estaba el perro y me defendió, no sabés cómo empezó a ladrar…y yo a gritar y justo en ese momento sentí una gran paz, "negro, negro", gritaba y ahí salió un muchacho que gritó: ¿qué pasa? y el ladrón salió corriendo"
Emma construyó sola el lugar donde hacemos la entrevista. Viene un jardinero a hacer unos arreglos a las plantas y a veces los cartoneros le brindan algunos cartones para ir tapando los agujeros del cerco, "ellos me dan una mano y los chicos de acá también"
Alcira "Coca", su amiga, que está presente, dice que "Emma puede dejar de comer, pero los animales siempre tienen. Hasta con lluvia ha venido".
Emma, sin embargo, cada vez que habla de los perros y los gatos, los coloca en el lugar de "pobrecitos". Como si todavía le quedara algo por hacer. No se contenta con el refugio, ni siquiera con todo lo que hizo en todos estos años. Emma es un ejemplo de vitalidad y esfuerzo: un ejemplo de vida.

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