viernes, 5 de junio de 2009

A través de los sueños


Entrevista Claudia Piquet
La profesora recorre su vida y su obra. Reflexiona acerca del estado del Arte y rememora con mucho entusiasmo su participación en grupos colectivos de trabajo. “Prefiero no tener dinero, pero sí tener el lapicito ahí preparado” dice Claudia demostrando de qué están hechos sus sueños.

¿A qué edad tenés el primer encuentro con el Arte, sea pintura o dibujo?

Te cuento… yo soy tercera hija, no esperada. Mi mamá ocupada como maestra, mi papá obrero en la cooperativa eléctrica levantándose a las cinco de la mañana. Era medio atropellada, mi mamá siempre lo cuenta, nací ochomesina, como que ya vine medio al revés. Por esta cuestión es que me entretenían mucho dándome con qué pintar. Lo primero que me hacen recordar y surge como emergente es el concurso “Manchas del Río” Cuando yo nací, había en Gualeguaychú un gobierno de estructura militar muy fuerte y organizaban concursos que tenían que ver con estéticas de belleza: la naturaleza, el río y demás. Mi mamá me llevó a la escuela porque en ese día -sábado- no tenía con quién dejarme y me dieron un cartón para pintar… y yo pinté junto con los chicos de la escuela, y nadie se dio cuenta que esa producción era de una nena de cuatro años y no de escuela y gané el primer premio. A partir de ahí, uno cuando recibe el reconocimiento, el aplauso y el afecto, o te destacan, uno toma como especial confianza. Desde ese momento yo siento que ése es mi lugar “de poder” o de luz. Donde yo siento que es mi lugar, la pertenencia y el “a qué vine a este mundo”, lo que me da placer y por eso lo hago.

Por otro lado, ¿cuándo te diste cuenta de que podía ser tu profesión, de que te podías ganar la vida pintando?

Desgraciadamente, yo especulé bastante toda la vida. O sea, zafaba de las materias para ir a hacer la escenografía del acto del 9 de Julio, pintar la cartelera del colegio, en toda la primaria, en toda la secundaria…es más recuerdo haber aprobado matemática canjeándola por láminas (risas). En 5º año, llegué a decirle a la profesora “si vos sabés que yo no voy a estudiar matemáticas”. Cuando terminé el secundario, mis hermanos ya estaban estudiando acá, lo que allanaba mucho el camino. Tenía miedo de darle un disgusto a mi papá, porque el esfuerzo económico que se hace es muy grande; mi hermano estudiaba Ingeniería y se recibió, mi hermana instrumentación quirúrgica. Me gustaba mucho cantar, actuar, Psicología también me atraía, arquitectura…pero otra vez: ¿Dónde era el lugar de luz? No quise especular con un futuro económico que no fuera real, hubiera sido una muy triste arquitecta, seguramente. Uno sabe que la felicidad no se compra ni se paga. Entonces decidí estudiar en Bellas Artes, afortunadamente mis viejos me bancaron toda la carrera, no tuve que trabajar, lo que es una cuestión maravillosa, porque hoy yo veo en mis alumnos que muchos no pueden llegar por la cuestión económica. Estoy agradecida de la oportunidad que me dieron y cada vez que puedo, en público, en una muestra: “Papá, mamá gracias”. Prefiero no tener dinero, pero sí tener el lapicito ahí preparado.

¿Tu paso por la facultad como fue?

Yo empecé en el año de regreso de la democracia, mucho rocanrol, calzas fosforescentes (risas), una estética pop, al tiempo hippie, después punk, buscando la identidad constantemente, maravillosa, una estética muy jugada, eran todos audaces, hoy cuando veo los emos, los floggers… nosotros teníamos una locura terrible. Hacíamos unas fiestas increíbles, no hubo mejor momento en Bellas Artes a nivel ebullición, libertad. Cuando entré a la Facultad y vi el Moisés, la cabeza del David, dije: “este es mi lugar”. Fui una beneficiada por la vida en esto también, en la sensación de decir “la facultad es mi lugar”: desde el olor, la trementina del aula de pintura… ¡Qué rico! Como alumna nunca fui de buscar el diez, si salía era involuntario. Si tuve un diez en dibujo salía por el placer de producir y no porque lo buscara. Tuve profesores a los cuales aún amo, por ejemplo el “Mono” Cohen (N. de R.: Rocambole), que me dijo frases que me marcaron como docente. Un día estaba peleándome con una cabeza que no podía dibujar, sabía que había un error pero no lo encontraba; entonces lo llamé, y el tipo vino, se acercó a mi tablero, paralelo, sin ver lo que estaba dibujando, me miró a la cara y me dijo: “es un grano de arena más en tu mar” y se fue. Yo arranque la hoja, puse otra y empecé de nuevo. A dibujar se aprende dibujando.

¿Sos de pelearte con las cuestiones técnicas? Uno, por sentido común, se lo imagina más duro, más frío.

Te pongo un ejemplo: te gusta comer tarta pero no sabés cómo agarrar el tenedor. Si uno quiere hacer algo, no se fija con qué y la técnica también tiene poética, lo material. No es lo mismo dibujar con una carbonilla que con una microfibra, como también no es lo mismo hacer un mural pintado que otra cosa. Entonces uno también elige: dónde, por qué, qué quiere decir, si el material lo permite. La técnica es simplemente cómo. Por ejemplo, a mí me cuesta mucho más pintar con óleo que con acrílico, y es porque tiene que ver más con mi temperamento. En los `60 se pecó mucho en la educación del arte en hacer hincapié en la técnica, hablemos del acrílico, del óleo, de la escultura…o sea, no se hablaba del sentido que tiene el arte. Hoy los docentes nos planteamos en otro lugar. Esto no es “Utilísima Satelital”. La técnica es un instrumento más de lo que querés vos como discurso.

Y como profesora… ¿Cómo te ha ido?

Creo que es una de las cosas más fuertes en la vida, el hecho de ser docente, de la vocación que yo no sabía que la tenía. Uno de chico quiere ser artista, son distintas cosas. La vocación docente tiene que ver con la energía que le ponés al otro, y uno termina poniendo más energía en la obra del otro que en la propia. La docencia me da placer, yo no sé si pasa lo mismo con los alumnos, yo doy todo, me apasiona dar clases.

También has estado en experiencias colectivas: Gatillo, Arte y Parte, Escombros. ¿Cómo han sido esas experiencias?

Adoro el trabajo en equipo, un equipo en serio, bancándose lo que es estar en igualdad de condiciones, con gente competente, no asistente. En algunos trabajos se nota que está tu mano, en la próxima le tocará a otro. El concepto de fondo de la producción de equipo, como una pequeña sociedad, me interesa, los artistas somos muy egoístas. Por eso cuando uno trabaja en equipo tiene que respetar mucho al otro, amo trabajar con gente genial y espero que piense lo mismo de mí. En Gatillo, había gente del arte, de música, de pintura, hacíamos grandes eventos. Por ejemplo, un día trabajábamos con la comunicación, comenzaba con un gran apagón y cuando iluminábamos, aparecían cuadros obscenos, otros cuadros, con otro mensaje ¡Imaginate la sorpresa! Era lo que está oculto entrelíneas. Hacíamos una olla popular con una sopa de letras, luego sacábamos conclusiones y la gente nos dejaba muchos escritos.

Nadie se fue corriendo…

No, nadie (risas)…era muy loco, pensar en la reacción del público, no era espectador, era protagonista principal. Con las ollas populares, ese ruido visual de la mujer con el tapado de piel haciendo la cola te dispara preguntas. Aparte el muralismo es colectivo, las carrozas en Gualeguaychú es colectivo, amo lo colectivo.

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